Tal vez la motivación, la alegría y la energía no nos viene de serie, O, más bien, sí, pero la vamos perdiendo por el camino. Conforme crecemos, dejamos de ser niños y de habitar esa felicidad tan inocente de nuestros primeros años. Se va perdiendo.
Luego, la vida nos va llevando. Los estudios, el trabajo, la pareja, tener familia, ahorrar o tan solo subsistir… las preocupaciones, las cositas de salud (o grandes cosas) que nos van saliendo, los quebraderos de cabeza, el no saber qué hacer o por dónde salir… o, simplemente acomodándonos en una realidad, aparentemente segura, por conocida, aunque no cómoda ni satisfactoria.
La felicidad de ese primer niño que fuimos queda tan, tan lejos, que ya ni la recordamos, ya no sabemos lo que es, y la confundimos con la «seguridad» del presente, de ese exterior que vemos como único posible, ese exterior que no es que sea muy allá, pero es NUESTRO. Es MIO, como Gollum en el Señor de los anillos.
(Te pongo la versión extendida de la música por si hoy también te apetece escucharla y quedarte un ratito contigo mismo).
Creo que fue en 2.o13 cuando conocí La Ley de la atracción y El Secreto. Eso marcó el inicio en este camino para conocer realmente qué es la vida y cómo ser feliz en ella y conmigo misma.
Según Samsó (y esto lo he descubierto recientemente), la Ley de la Atracción es el inicio, es el programa amateur; y La Ley de la manifestación, es el programa maestro.