Quisiera que todo el mundo pudiera experimentar la sensación, el sentimiento cuando me siento plenamente satisfecha. Cuando todo está bien, en perfecto equilibrio. Cuando mi sonrisa interior se refleja en mis ojos húmedos de emoción. Y es emoción pura. Una aceptación total del momento, de la vida. Un reconocimiento de que es como debe ser, y no de otra manera. Un estado del ser y del estar en paz. Estar bien. Pero bien del todo. Es un momento conmigo misma. No hay nada más. No hay penas. Ni tan siquiera alegrías. No hay quehaceres, obligaciones, tristezas… no hay otro pensamiento. La palabra satisfacción lo llena todo. Me llena. Me impregna cada célula.