Tal vez la motivación, la alegría y la energía no nos viene de serie, O, más bien, sí, pero la vamos perdiendo por el camino. Conforme crecemos, dejamos de ser niños y de habitar esa felicidad tan inocente de nuestros primeros años. Se va perdiendo.
Luego, la vida nos va llevando. Los estudios, el trabajo, la pareja, tener familia, ahorrar o tan solo subsistir… las preocupaciones, las cositas de salud (o grandes cosas) que nos van saliendo, los quebraderos de cabeza, el no saber qué hacer o por dónde salir… o, simplemente acomodándonos en una realidad, aparentemente segura, por conocida, aunque no cómoda ni satisfactoria.
La felicidad de ese primer niño que fuimos queda tan, tan lejos, que ya ni la recordamos, ya no sabemos lo que es, y la confundimos con la «seguridad» del presente, de ese exterior que vemos como único posible, ese exterior que no es que sea muy allá, pero es NUESTRO. Es MIO, como Gollum en el Señor de los anillos.
Pensarás que la respuesta es sí. Y puede parecer que la vida no es más que eso. La vida transcurre día a día, te pasan cosas buenas y malas… Parece obvio. Hoy te escribo para contarte que la vida ES lo que sientes.
La vida está en ti, no afuera.
La vida eres tú. Alguien único, irrepetible y a quien no cambiaría por nada.
La vida está en tus pensamientos, en tus emociones, en tus sentidos…